La casa estaba en silencio, el corredor hecho un desmán. Las
paredes desprendían un olor a madera vieja y estaban chamuscadas. Dentro. El
humo era denso, había estado despierto todo el tiempo ¿Cómo no pude percatarme
que la casa se incendiaba? Me increpé.
No, respondí, si me había dado cuenta. Era solo que quería
que pasara de este modo. Ahora tenía que salir de aquel lugar. El corazón me
palpitaba, los músculos se me tensaron, apenas podía respirar.
Las llamas ya alcanzaban la habitación contigua, minutos
antes, el vecino del 22 había venido por mí. Gritó con todas sus fuerzas, pero
yo no me moví, volvió a gritar y justo cuando había decidido entrar a por mi.
Desistió, me estaba mirando a los ojos. Lo que vio le asustó, parecía ser que
disfrutaba.
Yo estaba sentado en medio del cuarto, las llamas empezaban
a consumir la cortina vieja, esa que tenia frutas como decoración. Miraba con
estupor las llamas, tenia la cara serena.
El vecino bajó, desapareció, yo seguía ahí contemplando como
las llamas se habían extendido o a la base de mi cama, eran tan vivas, tan
ardientes. Era la segunda vez que estaba en un incendio y a diferencia de la
primera, esta vez estaba seguro de cómo se había originado.
Cuando volví en sí era demasiado tarde, las llamas me habían
rodeado y el humo no me permitía respirar. Intenté romper un pedazo de mi
playera, comencé por los brazos. La sorpresa vino cuando descubrí que se me
había adherido a la piel. Esto dolerá, pensé.
Ahora tenía una preocupación más, sacudí la cabeza, respiré hondo.
Miré hacia la puerta, el fuego la había cubierto, no había forma alguna de
pasar sin sufrir un daño. Suspiré, sabía que era lo que tenía que hacer. Tome
impulso y corrí directamente hacia ella procure cubrirme con los brazos el
rostro.
Cuando me encontré fuera mi playera ardía, el cuerpo debía
dolerme a raudales pero la adrenalina suprimía el dolor. No había tiempo para
apagar las llamas que se habían pegado a mi playera, todavía quedaba bajar dos
pisos.
Me apresure todo lo que pude, las llamas consumían más de mi
ser, cuando por fin llegue al final abrí la puerta y rodé por el suelo. Las
personas solo observaron, en vecino del 22 corrió hacia mi con una manta, apagó
el fuego. Yo temblaba en el suelo. Apenas podía articular palabra.
-Vas a estar bien- dijo el paramédico.
Sucedió hace 5 años. Diario antes de desayunar, me miro al
espejo, hay una gran marca en mi lado izquierdo, comienza en el pecho y se
extiende a las costillas y parte de mi brazo. A menudo la miro con nostalgia.
Al final de cuentas ¿No es eso lo que quería?
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