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El hombre de los nombres: Fugu.

“Era un día de invierno..”

A partir de esa frase la anécdota que me contó nos pareció tan humana y tan increíble. Como era habitual, había llegado a su celda pasadas las 11 de la mañana. Siempre tenía el mismo ritual, despertaba a las 7 y salía a correr una o dos horas, me preparaba el desayuno al volver y después de tomarme una ducha emprendía el viaje de no menos de 40 minutos. 

Mi madre confiaba poco en mí, era normal. Desde niño me había acostumbrado a la poca confianza que depositaba en todo lo que hacía. Pero es de esperarse ¿Qué clase de persona deja el un trabajo cómo médico cirujano después de 15 años con el único objetivo de escribir un libro?

Sea como fuere estaba ahí, sentado de frente a aquel que la gente llamaba El hombre de los nombres.  Mi misión era recopilar esas historias; cuando lo ves de pies a cabeza lo primero que se viene a la cabeza es una pregunta ¿Por qué?   Una que al parecer tenía poco o nula respuesta para él.  Y cuando lo hacía lo único que lograbas sacarle era un:

“Es algo que me prometí a mí mismo”

-Era un día de invierno… Iba por la 3ra. Estación de tren desde Rosarito.  Era el lugar que frecuentaba , según en el informe. 

-¿ Informe?-  Pregunté con interés.

- ¡Claro!  ¿No se espera usted que fuera sin un plan o sin estar preparado verdad?  Si uno quiere triunfar en un trabajo como el  que tuve simplemente no debes ser un imbécil. Fallar en casos así conlleva muchos problemas…. Usted sabe.

- Siento ser tan quisquilloso, es sólo que quiero tener todos los detalles que se hagan posibles, ya sabe descripciones, lugares, nombres todo lo que recuerde es de vital importancia para mí.

- Ya, sé, ya sé… Trabaja en el mejor libro criminal de la historia. En fin, sigamos. Mi informante tenía razón, ella apareció ahí  justo a las 12:15. Tomo el tren rumbo a la estación de la Gioconda. Como era habitual dentro del proceso la seguí.  Bajó tres estaciones después y caminó rumbo a una cafetería. En un principio me pareció raro porque no era lo que figuraba en el informe, pero esas cosas pasan.

Ahí la vi con una mujer de cabello largo; iba con un vestido color crema y zapatos blancos. Parecían cercanas. Ella se acercó y le tomó por la cintura. Le dijo algo al oído y rieron por un rato. Se sentaron por alrededor de 2 horas, no tengo certeza de qué hablaron, alrededor de las 5 salieron de aquel lugar …

-¿Cómo es que nunca notaron que estabas ahí? – Interrumpí con gran curiosidad.

- Otra de las habilidades de este trabajo es saber cómo desaparecer y cómo esconderse inclusive a la vista de todos.  ¿Ha visto esa tienda de ropa que está de moda últimamente? 

- Sí ¿Qué tiene que ver con esto?

- Pues había una justo al frente de aquella cafetería, yo les miraba desde la acera de enfrente, un joven mozo me atendía mientras fingía buscar ropa.

- Bah, a eso yo le llamo suerte.

- Pues llámele como quiera, el caso es que estaba ahí y las vi salir de la cafetería, tomaron un taxi. En un principio no entendí por qué mi cliente quería a esa chica muerta.

No representaba un peligro real, y parecía más bien normal, una mujer cualquiera de esas que tienen un negocio propio y que lo único que necesitan en la vida es un trabajo que les haga feliz, cómo a cualquier persona. 

-¿No las siguió?

- No, era suficiente por ese día, además ¿Qué se cree? ¿Qué uno puede entrar a otro taxi y decir en voz alta “¡Siga a ese taxi!”? Eso sólo pasa en las películas, de haberlo hecho seguramente me hubiesen descubierto.

Al día siguiente volví a la estación de tren, y de nuevo a las 12:15 apareció. La vi desde lejos y me fui acercando poco a poco, lo hice con confianza porque miraba el móvil y no se percataba, tenía el cabello  en una coleta e irremediablemente la misma ropa del día anterior, una blusa de rayas cafés  y un short de mezclilla, las medias negras. Tenía un olor particular, olía a cigarrillos. Ahí lo supe…

-La otra mujer, la del vestido… ¿Era su novia?

- No, de haberlo sido se hubiesen frecuentado y eso no pasó durante el tiempo que estuve vigilando. Lo que sí sé, es que la gente es egoísta y nunca piensa en los demás. Sólo porque alguien esté enamorado de ti no significa que vaya a pasar. Las relaciones humanas son complejas y no puedes esperar que la gente responda de igual forma a tus sentimientos. Pero no iba ser yo quién le enseñara sobre amor a mi cliente. Después de todo un asesino a sueldo no puede ir dando lecciones de amor y menos de moralidad. Sería tan paradójico como un Cura dando consejos acerca del matrimonio y la forma llevar nuestra sexualidad. ¿No cree?

- Definitivaente, ¿Qué cree que  pasó?

- No creo nada, me remito a hechos,  días después  de cumplir con mi misión, estuve preguntando en los barrios aledaños si alguien conocía a la chica. Evidentemente, todo el mundo había visto en la televisión.  Antes de que pregunte, es un proceso que suelo hacer para saber si la he pifiado en algún punto del trabajo, si la gente me reconoce sé que he hecho algo mal, por eso siempre que sigo a un objetivo me disfrazo, o uso algo a mi favor. También interrogo para saber si he dejado testigos o alguna prueba importante.  

En la calle providencia hay una tienda de postres, el pastel es genial. Ahí dentro la dueña es una viejecita, su edad rondará cerca de los 78 a 80 años. Le mostré la foto y lo qué me dijo me dejó en claro lo qué había sucedido ¿sabe lo que me dijo?
A resumidas cuentas dijo algo así :

“Esa vieja puta, qué bueno que se murió, es el castigo que obtienen las pirujas como esa”. 

-No entiendo- expresé con absoluta sorpresa.

- Se lo explicaré, había un hombre de negocios que la vio subir por el ascensor. Esa persona, resultó ser el hijo de aquella señora de los postres, él le había contado con todo lo que pudo recordar;  cómo aquellas dos chicas se habían hospedado en el mismo hotel que él, y cómo “descaradamente” – hizo unas comillas con los dedos- Se comían con la mirada mientras se tomaban de las manos.  Esas personas mojigatas, si me lo pregunta.   

- ¿Y usted se dejó guiar por aquellos comentarios? 

- Por supuesto que no, pero  de hecho yo sabía que era muy posible que mi objetivo fuera bisexual, era fácil sacar la conclusión después de analizar con detalle los lugares y las personas que frecuentaba, pero eso es caso aparte; uno que no nos incumbe.

- ¿Me está diciendo que la mató por celos? 

- No, la maté porque me lo ordenaron, es así de simple. Si quiere saber las motivaciones de esa persona debería preguntarle a ella. Si me pide mi opinión como alguien que conoció al autor intelectual, le diría que es efectivamente fue por celos, así de simple, como piensa.

- ¿De verdad, celos?

- Las motivaciones humanas son más sencillas de lo que cree Señor Gaytán; desde celos, hasta desconfianza, si me pusiera a examinar los motivos reales por los que mis clientes me contrataban acabaría sin tener sentido. La regla del asesino a sueldo siempre ha sido sencilla, no necesito saber por qué, sólo dígame a quién.

- ¿Cómo lo hizo sin que lo vieran?

- Sabía que se quedaría en la ciudad cerca de dos semanas, y el hotel en el que se hospedaba. Averigüé de manera sencilla con la recepcionista si había algún tipo de fallo, resulta que tenían una fuga de agua en la planta 16, dos más abajo que la del objetivo. Habían hablado con los plomeros, el resto fue cosa mía,  iba trajeado muy similar al uniforme que utiliza el gerente, sólo alguien avispado se hubiera dado cuenta que en realidad no lo era.

Esperé fuera del hotel a que la camioneta de plomería apareciera, cuando el trabajador bajó, me acerqué a él y me presente como el gerente del hotel, le ofrecí una disculpa y le dije que habíamos cometido un error y que no había tal fuga, que todo se había solucionado.  Preguntó por qué no habíamos avisado a la empresa para cancelar la cita, le inventé que tuvimos un problema con el teléfono y que estaba fuera de servicio. De alguna forma me creyó.

-¿Entró al hotel vestido de Plomero? 

- Sí

- ¿Dónde consiguió el disfraz?

- ¿En dónde compraría uno cualquier persona? La ventaja de estar en el centro de la ciudad radica en tener muchas opciones de solucionar lo que uno no lleve, fui a una tienda señor Gaytán, me compré el overall más parecido al que le vi a aquel hombre. Luego sólo tuve que robar una caja de herramientas antigua y comprar algunas herramientas por si a caso. Todo me tomó un poco menos de 40 minutos. En casos como este hay que ser rápidos.  

Entonces sólo tuve que esperar al cambio de turno, sólo para asegurarme que la recepcionista del turno anterior no recordara haberme visto antes.

-¿Tenía miedo de que lo reconocieran?

- No lo llamaría miedo, sería más bien precaución, tenía confianza en el disfraz y el maquillaje de látex. Pero en esta profesión tienes que ser precavido por cualquier percance. Digo, hubiese sido una espina en el culo tener a la policía buscándote. 

El punto es que entré y le dije a la nueva recepcionista que venía a ver la fuga de agua, amablemente accedió, estaba pensando en una manera de librarme de ella pero afortunadamente no tuve qué, me dejó en la puerta de la habitación de la fuga y regresó a su puesto alegando que era la única recepcionista que tenían.

El resto solo fue pura paciencia, espere a que la chica llegara nunca variaba su rutina siempre se iba a dormir la siesta alrededor de las 7 pm, Así que era el momento de actuar, la habitación de dos pisos abajo estaba deshabitada debido al desperfecto de la tubería,  así que abrí la ventana y salí por ella, me dirigí a la escalera de incendios, subí aquellas dos plantas y  me posicioné justo en la ventana de su piso, aceché ligeramente y la vi ahí tumbada en la cama, estaba durmiendo.  

Forcé con cuidado la ventana y me metí por ella, sabía lo que encontraría junto a su mesita de cama, un plato de sushi. Nunca antes un informe me había sido de gran utilidad, lo último que tuve que hacer fue tarea sencilla, coloqué algunos trozos de fugu esparcidos por el sushi y les inyecté tetrodotoxina.  Salí de la habitación, cerré la ventana y  baje hacía  el cuarto con la fuga de agua.

-¿Y se fue sin más?

- No, debía asegurarme de reparar la fuga de agua para no levantar sospechas, pero no fue la gran cosa.  

- Usted es una caja de sorpresas.

- Ya se lo he dicho, cuando uno se dedica a este trabajo debe asegurarse de que todo marche bien.  Una vez que tuve la fuga controlada bajé a recepción y les dije que estaba todo bien, la recepcionista subió y dio fe de lo que le dije, me pagó en efectivo y me marché de ahí.

- ¿Cómo sabía que comería del sushi?

- Ya le expliqué estaba todo en el informe, le encantaba el sushi y solía comprar antes de la siesta para cenar cuando se despertara. 

- ¿Y no le importaba el destruir la vida de un cocinero o el empleo de las personas del restaurante de sushi?

- No hubo daño colateral, ese restaurante ya había tenido problemas con la ley por evasión de impuestos, si me pregunta tenía letreros con luces que decían en todas direcciones “Aquí lavamos dinero”. Yo digo que le hice un favor a la policía 

Por si no se había dado cuenta esta es una ciudad problemática Señor Gaytán,  la mafia japonesa ha ido ganando terreno; alguna vez debería intentar con ese tipo de historias también.

- ¿Cuál de ellas es? – Pregunté mientras señalaba hacia el cuerpo de mi invitado.

- Oh, esa chica debe estar por aquí- Dijo con tranquilidad mientras se despojaba de la camiseta blanca que le cubría el tórax, señaló hacia una parte de sus costillas situadas en la parte izquierda. Revisé con minuciosidad buscando el nombre, pronto lo encontré entre las carreteras de letras de distintas formas y tamaños, “Samantha”.

Me aparté de su tórax, le miré a los ojos. Lo que me acababa de contar no encajaba con el semblante que tenía en el rostro, me quedé en silencio intentando asimilar si cabía alguna forma de compasión o arrepentimiento en él.

Él estaba en silencio y sólo me miraba. Suspiré y solté la pregunta de sopetón:

-Tengo una duda, ¿Cómo lo atraparon?

- No lo hicieron… Debería decirles esto a los agentes de ahí.
  
Señaló hacia la puerta donde se encontraban sus custodios.

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