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La chica perfecta.

Nunca me ha sucedido aquello del encuentro romántico por excelencia, pienso, más bien  en lugar de afirmar me lo pregunto. Vuelvo entonces  a clavar mis ojos en las letras de aquel cuentillo corto que tiene tantas razones, dice todo y no dice nada. Y en realidad lo que no dice es lo que interesa. Una de esas cosas  tan extrañas que sólo adquiere sentido cuando uno lo tiene enfrente, y más aún cuando lo ha vivido.

De pronto uno recuerda aquel encuentro en el barrio de Harujuku en Tokio y se desprende de él, intentando extrapolar las palabras de Murakami. "Diciendo la verdad, ella no era tan guapa...  pero aun así, lo supe a 50 metros de distancia: Ella es la mujer 100% perfecta para mí". 

Las palabras retumban en la cabeza y se separan, como si el cerebro intentara analizar y decodificar algo que es demasiado evidente, todo lo que queda en él siempre repite la misma oración;  la mujer perfecta... Entonces surge la pregunta.. ¿Existe la mujer perfecta? el impulso de las descripciones  más que el interés mismo en la historia hace que siga con la  vista lo que el cerebro ya ha completado.

Y entonces cada una de las letras empieza a jugar conmigo, pienso en lo que yo creo que es la mujer perfecta, es inevitable no pensar  en ella; surge entre mis recuerdos de los días pasados. Y resulta que el relato de Haruki no está tan alejado de la situación en la que vivo. Son personas, lugares y si se quiere contextos distintos, pero con un mismo efecto y podría decir, que también el mismo resultado.

A diferencia de aquel relato japonés, no pasarán 14 años, pasarán, de hecho pasan, unos días, inclusive a veces unas horas, y entonces citando al gran escritor me digo a mi mismo: "Hubiera deseado hablar con ella. Media hora hubiera sido todo: Sólo preguntarle por ella, hablarle de mí, y - lo que más me habría gustado hacer-, explicarle las complejidades del destino que condujo a a nuestro encuentro". Tal y como cuenta el  relato, era en un día de abril, lo único en que difiere es la fase del día, en esta ocasión la tarde.

Ella está ahí sentada, junto a mi, por que así lo he decidido. Me he tomado la libertad de elegir ese camino y aun cuando estoy cansado por estar en vela, deseo con toda el alma armar conversación. No sé a ciencia cierta que ha pasado, sólo recuerdo que me he quedado dormido. Después de descender del autobús, caminamos por unos metros en paralelo, ella se despide y entonces tal y como en la historia, empiezo a pensar e hilvanar ideas en un intento por saber como empezaría mi acercamiento a la chica que tanto he deseado.

En unos segundos, mientras camino por la calle y ella se aleja por la calle aledaña en el centro de la ciudad, mi cerebro empieza a trabajar a marchas forzadas. El aire caliente y el calor de primavera hace que la caminata sea menos satisfactoria, a pesar de eso mis pensamientos quedan clavados en las palabras que diría si me atreviera a pronunciarlas.

A diferencia de Haruki Murakami, yo no sé en este momento quién es la chica perfecta para mi, la perfección es algo que creo yo; uno aprende a través de la sociedad. Pero al final siempre se trata de perspectivas, tal vez comprenda con los años y esté seguro cuando muera que aquella chica que se despedía de mi la tarde del 20 de abril era la perfecta para mi. Tal vez descubra a otra un 2 de enero, o un 19 de septiembre, quizás un 5 de mayo o por qué no un 27 de Junio. Tal vez sea en el 2013 o en el 2015 quizá en el 2040. Tal vez en una tarde fría del mes de noviembre dentro de 10 años, mientras miro las estrellas entonces lo sepa. 

Lo que es verdad es que esas oportunidades se pierden tan sólo por falta de palabras.

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