Caminas sin importar lo que llevas entre manos, la situación te ha acostumbrado a tenerla ahí. Inmóvil, recta y simplemente como instrumento de trabajo. Bajas con un bulto demasiado evidente y aunque quieres pasar desapercibido los colores y el tamaño de aquel paquete sólo hace evidente que llevas algo bastante grande.
Todo parece correr perfectamente, abres los cierres e introduces la mano buscando el asa del instrumento, cuando al fin lo has alcanzado subes con fuerza y entonces se deja ver. Tan grande, tan imponente, tan normal ante los ojos de uno mismo y tan espectacular y sorprendente a los ojos del extraño, que se siente hasta privilegiado de observar una escena de tal tipo.
Subes con fuerza y entonces se deja ver en un color grisáceo, la dejas en el suelo por un momento, la gente sorprendida pasa por delante tuyo, es inevitable girar la cabeza. Todas las miradas están centradas en aquel objeto y aunque todavía no está completo, igual llama la atención. Coges el estuche largo y negro. La gente a tu alrededor está a la expectativa.
Metes el brazo intentando extraer con cuidado aquel objeto negro que se encuentra dentro de él, luego de unos segundos lo colocas al suelo. Lo posicionas y lo alineas con el terreno, la gente se sorprende cada vez más, luego de unos ajustes preparas todo para transformar ambas cosas en una sola.
Justo cuando todo está listo entonces miras a través de ella, desde ahí tienes una extraña perspectiva de la realidad, controlas parte de ella, intentas observar lo que sucede en el entorno pero nada de ello ocurre como lo esperabas, entre gritos y tumultos, la gente se sorprende y se hace un lado de tu vista con el fin de no ser penetrado por aquella arma extraña.
Después de unos instantes la desmontas sólo para ir hacia otro lugar, pero es demasiado tarde. La normalidad se ha roto a dónde vayas; la gente se aparta de ti y te mira con recelo. Se reserva el derecho a preguntar por que llevas eso entre manos y sin embargo se muere de curiosidad por saber qué es lo que ocurre.
Todo el mundo te ve como un criminal; el estar expuesto a tales objetos es aterrador. Las voces se hacen escuchar, desde un "Hazte a un lado" hasta un "Ten cuidado". La gente se empieza a acostumbrar y cuando por fin lo hacen el tiempo ha acabado.
Por fin recoges estuche, cámara y tripié. La jornada de trabajo ha terminado en el mejor de los casos, en otros tienes que trasladarte hasta otro lugar donde el rito se repetirá hasta acabar con la toma que el director crea conveniente...
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