Intento pensar, mil y un ideas fluyen por mi
cerebro, asesinatos, un poco de filosofía, amor, suicidio, misterio, amor,
naturaleza, absolutamente todo ya esta escrito. ¿Entonces cómo escribir algo
que no este escrito? Este patético intento de hacer una historia no esta dando
resultado, parece que quedará en sólo un intento. Aún así, algo me dice que
debo escribir. Es un sentimiento extraño, no sé cómo se llamará mi próximo
personaje, no sé que título tendrá mi próxima historia, es más; ni siquiera sé
sobre que escribiré. ¡Ya lo intenté todo! Ya comí, me relaje, tomé una taza de
chocolate, mis músculos están en absoluto reposo y aun así las ideas no son
claras. Estoy a punto de darme por vencido mi musa me ha abandonado, señal de
que las cosas andan mal, nunca había tenido tantas ganas de escribir y sin una
maldita idea. A pesar de esto. Algo si es seguro. Cuando la inspiración llegue
no estaré aquí sentado junto al ordenador, escribiendo algo que pueda pensarse
sin sentido, algo tan simple que no puede ser llamado de alguna forma más que
nada.
Y es que el valor del escritor es que haga
historias de la “nada” aunque verdaderamente hace historias sobre todo. Sí, la
verdad es que el escritor hace de todo para conseguir una maldita historia.
El
escritor juega con los sentimientos y con las situaciones, representa una
realidad a partir de sus significaciones y proporciona una peculiar perspectiva
del mundo a través de los elementos en su historia; no se proyecta a través de
un personaje de hacerlo seguramente la quedaría
en evidencia y el relato quedaría vacío. Así que presta la voz a sus personajes
y desencadena en ellos una serie de preceptos básicos que rigen su vida.
Hacemos historias de amor, de odio, de
intriga, de misterio, inclusive de odio.
Buscamos lo hermoso de la vida en lo más sencillo, un abrazo, un beso,
una flor, el agua, el vuelo y el canto de los pájaros, la sonrisa del niño.
Volvemos lo grotesco en algo digno de apreciar y de admirar, o hacemos el
intento. Imaginamos mundos fuera de esta realidad y les construimos una
estructura lógica y coherente.
Se nos hace difícil especular acerca del
destino de las personas, así que inventamos algunas y jugamos a ser Dios. Sí
Dios es como un escritor, debe tener algunos bloqueos; eso explicaría el por qué
a veces no sucede algo interesante en nuestra vida.
Después de estos cuantos párrafos puedo decir que al
parecer el escritor si puede escribir sobre la nada…
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