A través de la ventana podía
visualizarse aquella realidad cubierta por asfalto, los edificios escorados en
esa selva de cemento se erguían por encima del suelo casi tocando y
susurrándole a las nubes. Era el día 22 del noveno mes, la gente en las calles
caminaba a un ritmo ajetreado, el cielo regalaba una imagen opaca, pero no por
ello menos hermosa. Las agencias noticiosas se ocupaban de cundir el pánico.
Es curioso, pensó Jaime,
aquel joven sentado junto a la ventada del autobús 27. Tanta pobreza, tanta
desigualdad y poca ayuda. Leyendo el periódico había llegado a aquella
conclusión. Había más artículos destinados a la vida de los famosos que los que
se destinaban a hacer conciencia social. Pasó la hoja de aquel medio impreso y
se dispuso a leer un artículo relacionado con la política. Justo a su lado se
encontraba Sofía.
Sofía, una joven de aspecto esbelto, ojos verdes y cabello
castaño; aquella muchacha de aspecto puberto contaba ya con la mayoría de edad,
su mirada y su aspecto inocente contrastaba con su estilo de vida y con su
historia. Mientras miraba hacía la ventana, se preguntó ¿Acaso sería capaz de
amar? Su historia con los hombres era sacada de un argumento de película, a los trece años había escapado de su casa con un novio al que había conocido en internet
tras unos dos años largos de maltrato y después de un intento de homicidio en su contra decidió escapar.
Ahorró, durante un tiempo,
el poco dinero que pudo conseguir. Una vez que consiguió lo suficiente para
marcharse lejos de aquel lugar, emborrachó a su captor hasta dejarlo dormido, una vez logrado, salió
de aquel edificio, abrió la puerta de atrás y tomó el primer camión que había
encontrado, llego a un lugar desconocido dónde pidió ayuda a una mujer anciana
la cual la recibió hasta el último día de su vida.
Durante la estancia con aquella anciana, había
conocido otro hombre; se permitió amar y ser amada. O eso fue lo que pensó en
primera instancia; hasta que comprendió que el amar y el querer no es igual,
pero sí algo tenían en común era esa capacidad de poseer, de converger en
sentidos y actitudes que terminarían poco a poco sumergiendo a uno dentro del
otro. Bajo esta idea intentaba comprender el
comportamiento humano en las relaciones amorosas, se planteaba que lo
más lógico en estas situaciones era el sentimiento de querer compartir y en
lugar de eso, las personas se volvían más egoístas aún, prohibiendo o
protegiendo a lo que ahora consideraban como suyo. A su vez se permitía
reflexionar acerca de lo doloroso de terminar con alguien.
Desde su experiencia, poca
pero al fin y al cabo experiencia, podía decir que lo complicado y lo molesto
no estaba en dejar de amar a la otra persona o en ya no tener ese afecto; lo complicado de
comprender y de aceptar era que ahí afuera había alguien que sabía demasiadas
cosas acerca de ella, tanto como para poder compartirlo con los demás, era una
transgresión hacia su persona, saber que esas historias acerca de los gustos,
intimidades y miedos suyos, podrían
acabar en manos de otras personas, cada vez que pensaba en ello se sentía
desnuda. Era como si todo el mundo supiese de ella, pero no del modo en el que
ella quisiese sino uno mucho más vulgar, un modo en el que ella y sus sentimientos serían tratados como pura
materia banalizada.
Frente a Sofía, se encontraba Yazmín, una señora de unos 50
años de edad, con una educación a la antigua, alta un poco regordeta, de
cabello negro y abundantes rizos, de ojos café claros y un impecable rostro. A
pesar de que parecía tan seria desde el exterior, en realidad era demasiado
vulnerable, desde chica se había sentido poco querida, los extensos problemas
familiares que había acarreado desde la infancia le habían convertido en una
persona introvertida, durante sus años mozos había conocido a Alfredo, un tipo
amable, reservado pero interesante y con una visión del mundo diferente.
Siempre había sido considerado el raro entre su grupo de amistades, pero eso no
permitía bajar la mirada.
Yazmín recordó cómo conoció
al buen Alfredo, y por unos instantes se dejó llevar por la nostalgia. Ahora su
esposo yacía en una cama de hospital, un percance con un arma le había enviado
hasta ahí.
Era una de esas situaciones de lugar y momento equivocado. Alfredo
paseaba por la calle un viernes por la noche, el trabajo le había dejado un
poco cansado, pero se dirigía a casa como cada fin de semana. En su caminata
escuchó una discusión, le tomó poca importancia, hasta que escuchó la primera
percusión, confundido se agachó y se tiró al suelo por mero instinto, frente a él
se alzaba un edificio abandonado de dónde salieron dos sujetos, uno de ellos
llevaba un arma, el otro corría despavorido e intentaba ocultarse entre los
diversos objetos que se encontraba a su paso, el captor le pisaba los talones,
todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos.
El sujeto con el arma le
disparó, Alfredo no sabía dónde impacto la bala, pero de lo que estaba seguro
era que aquel hombre acabaría muerto. El cuerpo de aquel desconocido cayó al
suelo de una manera bastante brusca, su agresor se acercó a él, tomó su arma y
le propició un disparó justo en la cabeza. Alfredo se quedó boquiabierto ante
lo que se le presentaba de frente. Metido en una situación como esa sólo le
quedaba rezar por que el desconocido con el arma no le viera, el agresor por su
parte volteó y buscó por entre las calles, registró el cuerpo como si buscase
algo y después de ello huyó de la escena. Alfredo, se paró y fue en dirección al
primer teléfono público que encontró, lo levantó mientras tecleaba sintió el frió metal tocando su cabeza volteó
rápidamente al tiempo que el matón disparaba. Ahora Alfredo yacía en el piso,
debatiéndose entre la vida y la muerte, fue una fortuna que uno de los vecinos
hubiera llamado a los servicios de
emergencia.
Desde aquel incidente Alfredo estaba en coma, Yazmín le visitaba
pero en ese día ella había ido a casa para asearse y volver al hospital más tarde. Se secó las
lágrimas que le habían salido mientras recordaba y abrazó con mucho cariño a su pequeña hija de 8 años.
La pequeña Gabriela dormía
en el regazo de su madre; en sus sueños se imaginaba una sociedad utópica, no
sabía bien el por qué ella debía comportarse de una manera especial y siempre
se preguntaba, acerca de los adultos; por qué vivían tan ocupados, por qué
siempre estaban molestos, eran poco divertidos y les costaba demasiado
acercarse a los niños. Pensaba que los niños y los adultos no eran tan
diferentes; y ciertamente no había muchas diferencias, las que existían tenían
que ver con la estructura en la que se concebía la sociedad, algo que una niña
de tal edad podría entender y aun así no comprender.
En sus sueños, los adultos
se mezclaban con los niños, las pelotas, las risas y los juegos sin sentido
aparente. Abundaban los abrazos, los chistes y las preocupaciones desaparecían
en un vaivén de juegos y risas comparadas sólo a los años de infancia. En su sueño más profundo vio como sus padres
jugaban con ella y juntos reían hasta quedar exhaustos. Justo cuando eso pasaba
se colocaban boca arriba en el pasto bajo un árbol hermoso contemplando las
estrellas y mientras ellos miraban hacia arriba ella se quedaba dormida
disfrutando de la inmensa felicidad que le causaba.
El conductor del autobús un
hombre joven de unos 30 años, de cabello negro, ojos café oscuros, moreno y de
aproximadamente 1.70 de estatura. Se encontraba como cada mañana haciendo su
ruta habitual. El día de hoy el pasaje estaba un poco flojo. Solo había unas seis
o siete personas. Pronto recordó por qué odiaba su trabajo, nunca pasaba algo
interesante, pero en un país como en el que residía, y gracias a la poca
educación escolar que había recibido, se daba por bien servido por el simple
hecho de tener trabajo. Paró en el semáforo y un joven se le acercó, le ofreció
como cada mañana el periódico que solía comprar. Andrés, el conductor, le cogió
y pago la cuota requerida. Leyó los encabezados y pronto cuando el semáforo
hubo cambiado aceleró.
Detrás del conductor Jesús y
Mateo peleaban en un tono que muchas personas podrían concebir como afeminado,
Mateo rogaba a Jesús porque no le dejará y él, Jesús, intentaba hacerse el
difícil, aun cuando sabía que no podría resistir ante los encantos de aquel
hombre de abdomen perfecto y ojos claros. Mateo era el único que podía comprender a Jesús. Era amable,
respetuoso y sin duda un luchador, poco le importaban los prejuicios de la
gente, lo que a él le importaba más sobre todas las cosas era ayudar al
prójimo. Continuamente ayudaba en un albergue para personas en situación de
calle. Ahí por azares del destino había conocido a su actual novio. Jesús
trabajaba como uno de los muchos asociados a esta noble causa. Fue curiosa la
evolución de su relación; Jesús aborrecía escuchar a aquel hombre flaco pero
fornido y de ojos claros, todo por qué en primera instancia le pareció
presumido. Un día descubriría que aquel hombre que tanto aborrecía terminaría por producirle los sentimientos más dulces y puros que había tenido. Tras una escena un poco
dramatizada y después de unas palabras dulces y amorosas, la pareja se
reconcilió. Juraron nunca más pelearse; Jesús le susurró a Mateo un te quiero,
Mateo le respondió de la misma forma, se tomaron de las manos y se sonrieron
mutuamente.
De repente un movimiento violento,
tomó desprevenidos a todos en el autobús. El movimiento provocó que Jesús y
Mateo chocaran entre sí, incitando algunas fracturas de las que se repondrían
meses después. Sofía salió disparada y de algún modo terminó en el fondo del autobús
entre algunas bolsas de equipaje, encima y con sólo algunas lesiones leves, Jaime
por su parte terminó el accidente sin algún rasguño. Ante aquel acontecimiento,
Yazmín intentó proteger a toda costa a su hija, la tomó entre sus brazos y
esperó lo peor.
El autobús daba vueltas sin
control, el conductor había esquivado un auto que venía en sentido contrario
por haber rebasado en curva, en una reacción de reflejo había girado el volante
en dirección contraria, impactándose contra la valla de contención, la
velocidad y peso del vehículo hizo ceder a la estructura de metal. Andrés,
perdió el control de vehículo y esperaba a merced del destino, hoy por primera
vez desde que podía recordar, le había rezado a Dios por que no se lo llevase
de esta tierra.
Los servicios de emergencia
llegaron al poco tiempo, los automovilistas habían reportado el percance y
pronto la zona era acordonada por bomberos, policías y ambulancias. El operativo
tardo poco más de 2 horas, el primero en ser rescatado fue el conductor, tenía
algunos golpes y una muñeca rota. El siguiente en ser recuperado fue Mateo, con
ayuda de Jaime quien ayudó a los rescatistas desde dentro del vehículo, seguido
de Sofía, Mateo tenía una fractura en el fémur izquierdo, mientras que Sofía sólo
acabó con una concusión leve. Jesús por su parte tuvo una fractura en la sien.
Una vez recuperado, Jaime se dispuso a salir, cuando escuchó una
voz de mujer, se trataba de Yazmín; sostenía en brazos a su hija Gabriela y le intentaba reanimar, Jaime le suplicó que
fuera con los rescatistas. La madre angustiada aceptó y pronto las siete
personas estaban fuera.
En su séptimo sueño, la
pequeña Gabriela sintió que el mundo se ponía al revés, caminó por un instante
sobre el cielo y miro asombrada hacia el suelo. Los árboles colgaban arriba de
ella, algunos frutos cayeron hacia donde estaba. Sus padres continuaban
acostados bajo aquel árbol y ella como si fuese ajena a esa magia, se
encontraba sola, caminando entre nubes con forma de osos y muñecas.
Un paramédico de la unidad
29 se acercó al cuerpo de la pequeña, le miró y toco en la frente, le movió el cabello del rostro, tomó su muñeca y coloco sus dedos en ella. Espero unos segundos, sin respuesta alguna tomo su pulsó y pero no recibió lectura
alguna.
Un
movimiento vertiginoso cambió de perspectiva el mundo de Gabriela de nuevo. Ahora
ella se encontraba parada a un costado del mundo, con su mano derecha podía
tocar ahora lo que era el suelo, miró hacía su izquierda y vio aquellas nubes
con figuras graciosas. Se encontraba en una especie de zona vacía, en un limbo
entre el cielo y la tierra, la sensación se repitió más rápido esta vez y en un instante se vio cayendo en un abismo,
del cual nunca escaparía.
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