La mirada perdida entre un valle de
sollozos, un padre que mira a su hijo y que le abraza. La mujer del vestido
blanco que llora frente a la iglesia y el vagabundo sumido en su pobreza.
Pasando por la calle a una velocidad nada envidiable, se preparó para olvidarse
un poco de sí mismo. Se vio inmutado
ante un mar de lágrimas, un golpe bajo y un sentimentalismo que parecía estar cerca
de lo absurdo. Lo concebía cada vez menos y le iba menospreciando cada vez más.
Ya no se trataba de robos,
asaltos, extorsiones o maldades. Tampoco de sentimentalismos, tristeza o
cualquier tipo de empatía; tal vez es porque se había hecho muy cotidiano o
quizá porque en realidad nunca se permitió a sí mismo conmoverse. Ciertamente
estando ahí o en cualquier parte lo único que podría percibirse de él sería
indiferencia. Mientras caminaba sin
rumbo aparente se permitió preguntarse. “¿Me he vuelto así, o ya lo era?” En la
inmensidad de su incomprensión logró aferrarse a una estructura que parecía deshacerse
a medida que pensaba más en ella.
Ahora divagaba en un mar de ideas
y conceptos preconcebidos, los cuales intentaba re conceptualizar, pensó ahora
en el sufrimiento, la hambruna, la pobreza. ¿Qué era ser pobre o ser rico? Con base
en que podía decirse que alguien se había vuelvo más o menos merecedor de algo,
ciertamente nunca comprendería el concepto y aun cuando lo hiciera nadie le
entendería. Pronto se vio navegando por los diminutos pero polisémicos ríos del
arte. Pinturas que despertaban en muchos un grado hipersensible de la realidad,
pero no para él; esculturas que no significaban
nada aparente ante sus ojos, edificios altos con extraños adornos, música que
percibía como una simple aglomeración de sonidos, teatro y cine como personas
fingiendo a ser algo que no eran .
A tal grado había llegado su hiperinsensibilidad,
que se permitió reírse de las costumbres culturales, pensó primero en las
religiones y sus absurdas reglas, se preguntaba ahora como la gente podía creer en algo en lo que no estaba seguro de
que existiera, pasó después a reírse a carcajadas del patriotismo, esa falsa
idea que vendía un país hacia los que vivían en él, pronto se vio pensando en
los deportes y se preguntó por qué deberíamos emocionarnos cuando un balón toca
una red; cómo en el basquetbol, el fútbol soccer o el handball. Se cuestionó
también la capacidad de emocionarse por
ver a alguien a quien ni siquiera conocías, hablando desde la perspectiva de
ser allegado a él o ella, un actor, un cantante,
alguien famoso. Poca importancia tenía
ahora, así pasará el mismísimo presidente, una supermodelo, un actor o un
deportista famoso, su reacción sería la
misma: Indiferencia.
Como último paso se cuestionó ¿En
verdad podía permitirse sentir, o acaso sería más difícil, menos comprensible e
incluso irracional? Al final de aquella introspección sólo quedó el amargo
sabor a insensibilidad. No porque
accediera a no sentir, sino porque
alguna vez había sentido y había
perdido aquella facultad de sentirse más humano, todo debido a la falta
de solidaridad por el prójimo , por sí mismo y sobre todo por aquella
habilidad que todo ser humano posee por
naturaleza; por mero egoísmo.
"Se vio inmutado ante un mar de lágrimas" Cuantas veces no, ante la tragedia, nos inmutamos al ya estar acostumbrados....
ResponderEliminarPrecisamnte es de lo que quería tocar Mario, Nos volvemos insensibles por qué se nos hace tan cotidiano que pierde su caracter de importancia o mejor dicho;se nos olvida que sigue siendo importante.
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