Me quedé pensando seriamente; esto sucedió en algún día de la semana pasada. Me cuesta recordar si era martes o viernes, aunque a decir verdad es algo sin importancia. Sentado ahí miraba el reloj como si la vida dependiera de eso, sin aviso alguno sentí un ligero cosquilleo que iba subiendo por mi pierna izquierda, fue rápido y pausado... 1... 2... 3... Introduje mi mano izquierda en el bolsillo del pantalón, busqué con desesperación; la vibración continuaba. Mis dedos rosaron el marco de plástico, yo la tomé con precaución y halé, miré hacia la pantalla.
Un número repentino apareció en la pantalla de 5 pulgadas, con desconcierto contesté a la llamada:
-Bueno?
-¿Bueno, Didier?
La voz resonó en mi mente, la sentí cálida pero seria, familiar pero distante. Mi interlocutora era una mujer.
- Sí, ¿qué pasó?
Aquella voz me sonaba de algo ¿De qué era?, intentaba recordar pero simplemente no sucedía. Pronto obtendría respuesta...
- Soy, Gabriela...
Al oír aquella respuesta las cejas se me arquearon, la boca me tembló un poco y estuve a punto de colgar. Era la misma Gabriela que años atrás me había tenido en la palma de su mano sin siquiera saberlo. Esa. La pianista, la chica reservada, pesada, de carácter fuerte, esa que una vez concluida su estadía en la universidad cortó todo tipo de comunicación conmigo... Esa que sin previo aviso y tras avisarle amablemente que no llegara a una clase porque el maestro no se encontraba, no encontró mejor forma de agradecerme que mandándome por un tubo diciéndome que no me metiera en sus asuntos.
... ¿Recuerdas que alguna vez me dijiste que tu hermano reparaba lap-tops?
Lo recordaba perfectamente sin embargo, fingí absoluta y total demencia.
- Realmente no...
Un silencio incómodo invadió y se desvaneció en 2 largos segundos.
- hmmm... Es que pensaba que tal vez, podría ayudarme...
- Puuueeeeeees.... es que mi hermano ya ni está en Mérida...
Rematé con satisfacción. Por primera vez desde hacía 2 años, una parte de mi se alegraba de que Antonio, mi hermano, hubiese tomado la decisión difícil de partir en búsqueda de nuevos horizontes.
-¡Pffff! ....
Otro silencio incómodo hizo aparición, este fue más corto que el anterior.
... Gracias de todos modos.
La escena me pareció curiosa, sostenía la bocina del móvil en la oreja derecha, arqueaba las cejas y mi tono de voz era evidentemente sorprendido. Después de esas pequeñas palabras escuché el tono del teléfono fundirse en el clásico tono de teléfono muerto. La llamada culminó. Hasta ese momento no comprendía por qué sonreía de oreja a oreja. Pronto comprendí que la razón por la que sonreía era por que ahora... Yo me tenía en la palma de mi mano...
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