Una cerveza
siempre es buena para pensar y estando entre amigos siempre es mejor, la
barrera entre lo banal y lo significante es la indiferencia. Es más simple de
decir que de comprender pero de lo que
trata la vida es de banalidades. De banalidades tan grandes que terminamos
haciéndolas complejas.
Buscamos
respuestas debajo de las piedras, interpretamos o malinterpretamos gestos y
actitudes, nos comunicamos o creemos hacerlo y sobre todo buscamos sentido a
nuestra vida. Lo curioso que pasa con el ser humano es que es tan inteligente
que se complica la vida. O quizá es tan estúpido que cree ser un erudito de la
vida.
Lo cierto es
que todos sabemos nada acerca del todo. Viviendo y conviviendo, viviendo del
mundo y no en él. Peleando por cosas aparentemente sin sentido, insultando y
rebajándonos por simples pedazos de papel, llorando por aquello que no logramos
comprender o que mal comprendemos.
Haciéndonos
bolas y recriminándonos por lo que debería ser. En esencia todo se resume a
ignorar la verdadera naturaleza del ser humano; tanto que parece ser que se
desvanece entre las sombras de la doble moral y la corrupción.
Es entonces
en esa búsqueda de respuestas que viene
lo significante. Y las primeras preguntas que cabe reflexionar son qué es lo
significante, para quién y por qué.
Contestar todas esas preguntas nos llevará a darnos cuenta de la complejidad
que existe en el mundo. La barrera ente lo banal y lo significante es la
historia individual, que a su vez está mediada por la historia colectiva y el
contexto de un lugar.
Es difícil
saber que un objeto es algo para alguien cuando ni siquiera se sabe la historia
de ese objeto y mucho menos comprendemos la historia del sujeto. Y entonces interpretamos de más o
malinterpretamos y también dejamos ir los detalles que pese a que pueden ser insignificantes son
totalmente necesarios para nuestra existencia.
Qué sería de
nosotros sin el canto del pájaro, sin el beso de la madre, sin la risa del
niño, sin el viento en la cara, sin el afecto de un extraño. Qué sería del ser humano sin la calidez de sus palabras,
sin su estructura extraña, sin el arte; sin los artistas que se atreven, y que
se les permite, hacer locuras.
Qué sería de nosotros sin leer libros, sin imaginar, sin poder suspirar a la luz de las estrellas y poder dialogar para adentro, qué sería de nosotros sin nuestra capacidad de creer y de confiar, qué sería de nosotros si fuésemos todos unos misántropos.
Qué sería el
ser humano sin su capacidad de significar, qué sería de nuestra sociedad si
todos significáramos lo mismo, no en el concepto axiológico o económico, más
bien en el terreno de la creación de símbolos.
Cuando se
logre que todos signifiquemos lo mismo entonces el mundo perderá su esperanza
de imaginar, sus artistas terminarán y estaremos esclavizados con la peor arma
que creo el ser humano a significación.
Pero claro,
quién soy yo para decir todo esto a lo mejor y sólo soy un estúpido más.
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