Aarón se levantó
súbitamente, todo le parecía tan extraño. Las luces de la calle le lastimaban
los ojos y se movían de un lado a otro. Parpadeó, se frotó los ojos y deambuló
por unos instantes hasta que pudo empezar a ver. Se preguntaba cómo había
llegado a esa situación.
Se irguió volteó la cabeza
hacia arriba, no pudo ver algo, caminó con pasos torpes hacia una dirección que
el mismo desconocía. Junto a él se levantaban tremendas estructuras de formas
geométricas que nunca antes había visto en su vida. Se sentó en una banca que había junto a un árbol
en cuyas ramas podían apreciarse unos
frutos marrones que no pudo reconocer, la cabeza le dolía demasiado y no podía
recordar a ciencia cierta en dónde estaba o qué hacia. A pesar de sus esfuerzos, no pudo encontrar
ninguna relación entre aquellos romboides, trapecios y hexágonos que se erigían
sobre él y cuyas caras parecían tener ventanas.
En un arranque de
inteligencia se revisó los bolsillos en búsqueda de algo que le permitiera
recordar. Pese a su exhaustiva búsqueda no pudo encontrar algo útil. Lo único que encontró fue una pequeña
fotografía de María.
María era una hermosa joven
de unos veintiún años de edad, estudiante, de unos ojos café claros y con unos
pechos exuberantes y unas piernas que dejarían sin aliento a cualquiera. A
pesar de sus características físicas a Aarón sólo le importaba ese sentimiento
que tenía cada vez que la veía, era extraño, había visto decenas de chicas con
las mismas características corpóreas, pero aquella era especial. Dentro de ese
cuerpo rebosante de curvas se escondía posiblemente la mujer más dulce del
planeta, o cuando menos así la consideraba. Tal vez lo que le atraía mucho más era el hecho de que aquella mujer era honesta.
La honestidad es un concepto
que muy poca gente entiende, y es que suele confundirse la honestidad con la
verdad, cuando ambas son cosas totalmente diferentes. Aarón lo sabía muy bien.
En alguna ocasión se había encontrado en su hamaca mirando hacia aquel techo
verde con pequeñas imperfecciones pensando en lo paradójico que es el humano.
Días después mientras ojeaba un diccionario
se encontró con la definición de la
palabra honestidad. Descubrió así que la honestidad es una cualidad que consiste en
comprometerse y expresarse. Se trata de vivir de acuerdo a como piensa y siente. Se preguntó entonces si a pesar de que la
honestidad abogaba por la verdad esto no era paradójico, se podía pensar que la
mentira era justificada y en la medida en la que se reafirmaba ese pensamiento
en un sujeto, el mentir no lo convertía en alguien deshonesto. A pesar de eso,
nada de sus filosóficos monólogos lo ayudaría en este momento.
Se puso de pie, anduvo por
la calle por varios minutos, las palabras rondaban su mente, pero no podía
visualizar algo más allá de simples
conceptos lingüísticos. Se presionó mucho más, por un instante sintió miedo. Caminó
y rodeó el hexágono gigante que se encontraba a unos cuantos pasos. De pronto
el aire sopló y el quedó inmóvil. La vista empezó a nublarse y a distorsionarse, entonces unas voces espectrales hicieron su
aparición.-¡Hey!....- mientras daba tumbos las voces se hacían mucho más
intensas, se tomó de la cabeza y corrió.-Debemos…- Tropezó con una piedra y
cayó al suelo, intentó reincorporarse pero no pudo.-…Estás bien…- por un
momento entendió como debían sentirse los cuadripléjicos, Aarón hacía un
esfuerzo mental gigantesco, pero su cuerpo parecía no responderle.-…Llamar a...-
se limitó a escuchar como las voces se apoderaban del lugar, sentía
desesperación y miedo.- ¿Amigo? –Pronto se vio cayendo en un abismo sin fondo y
pronto la última palabra que escucharía retumbó en su cabeza hasta perderse con el
último suspiro de su alma.-…Ambulancia…-
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