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De qué hablo cuando hablo de jugar...


 Desde que tengo uso de razón, los videojuegos han sido parte de mi vida, cuando tenía de 5 a 7 años toqué por primera un control de la entonces Nintendo Entertaiment System, aquel mando cuadrado con una cruceta y dos botones de acción B y A. 

Mi pequeño ser con apenas conciencia de lo que acontecía a su alrededor había quedado impactado por los kilobytes de información que se mostraban en pantalla, en la gran televisión de perilla se reproducían las aventuras de un pequeño fontanero, que por algún motivo tenía que recorrer ocho mundos en busca de su gran amor, una princesa que siempre se encontraba en otro castillo.

En ese entonces no lo sabía, pero me había tocado nacer y conocer el segundo gran boom de los videojuegos, ese que permitió que la industria creciera hasta nuestros días, donde los gráficos son cada vez más realistas.

A partir de entonces viví grandes momentos frente al televisor, salvando al mundo de un cataclismo, defendiendo al planeta de demonios infernales y guiando a una bola rosada para enfrentarse con un rey pingüino.

Estos ojos vieron nacer un sin fin de historias y aunque a veces solo quería llevar a México a la final de la Copa del mundo, en otras ocasiones quería sumergirme en una trama más oscura que algunos otros títulos como los RPG's  me podían dar.

De aquella lejana época sobrevive solo mi intención de seguir jugando, y la añoranza frente al televisor. Pues ahora ya de adulto soy un ser más ocupado y con menos tiempo de disfrutar de los videojuegos y mis hobbies en general. Sin embargo, no puedo negar que crecer junto a la industria de los videojuegos ha sido una cosa asombrosa, que me ha dejado muchas satisfacciones, pues, probar los juegos y consolas en sus respectivas generaciones ha sido más que un placer.

De hecho, soy un ferviente creyente que la manera en la que jugamos a los videojuegos es como nos enfrentamos a la vida. Cuando era más joven y sin preocupaciones, jugaba precisamente de ese modo, los juegos me parecían difíciles solo porque no me tomaba la molestia de entender qué estaba jugando y cómo funcionaba el juego.

De niño me pasé innumerables videojuegos, pero creo que nunca los disfruté tanto como de adulto, cuando en mi primera computadora personal me tomé a la tarea de rejugar cada uno de esos títulos que me dieron tantas horas de diversión en la infancia.

Mi sorpresa fueron; en primera que no eran como yo recordaba y la segunda que yo había cambiado, era una persona que se molestaba por entender qué era lo que tenía qué hacer y de pronto todas esas dificultades se habían marchado, se lo atribuí a que había crecido.

Y si bien en gran medida así era, también me di cuenta de que mi perspectiva había cambiado desde que yo decidí hacer algunos cambios en mi vida adulta que me permitieron ver mi entorno de una manera diferente. 

Esa impulsividad que existía a la hora de atacar en un RPG solo reflejaba mi poca preparación para tomar decisiones en momentos clave de mi vida, tanto que en más de una ocasión me vi a mí mismo en un problema generado por una decisión tomada sin reflexión.

Por el contrario, 15 años después, los procesos de aprendizaje y los años de terapia habían dado fruto, todo cobró sentido al estar en el mismo RPG que había jugado hacía apenas 2 años y en el que había abandonado tras quedarme atascado durante un tiempo. En parte tiene que ver con que ya conocía el juego, pero otro tanto tenía que ver con que yo había cambiado mi forma de afrontar los retos.

En vez de frustrarme por no pasar una parte y dejarlo a la "suerte" me preocupaba por analizar la situación y tomar la decisión que creía acertada en el momento... justo como en la vida real, de pronto me encontraba más preocupado por vivir la experiencia de jugar, que por "pasarme el juego". 

Quizá es a eso a lo que se refieren los eruditos cuando hablan de disfrutar el viaje, en muchos sentidos los últimos años de mi vida han sido así, un viaje constante, de redescubrimiento, de entender que no soy lo que otros esperan de mí, soy lo que yo quiero hacer, sentir y desear en este momento.

Al final solo soy el protagonista de mi propio videojuego en el que no hay passwords ni continues, un experimento raro en el que el creador te deja vivir una vida a través de la pantalla, una que no es la tuya, pero en la que si puedes decidir hacia donde va el personaje.... 

Esperen ¿Qué no es eso los Sims?.

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