5 años que pasaron volando... Uno hace memoria y recuerda las vacilaciones que sobrevinieron ante la mente, estar ahí parado y no sentir nada, sentirse vacío...
Afuera llovía, o eso creo recordar, un clima apropiado para una situación cliché. Mi padre y yo íbamos en el auto. Mi hermano nos alcanzó en el lugar. Mi madre fue la primera en enterarse y la que lo presenció todo.
5 am, aquella avenida concurrida empezaba a transitarse, los primeros trabajadores de la mañana hicieron su aparición, mientras la luz se ponía sobre la oscuridad de la noche, padre y yo llegamos. Pasamos por un pasillo no muy grande y entramos en el vestíbulo. Ahí madre nos esperaba.
Padre fue muy áspero, su cara lo delató todo.
-Iré a ver si ya llegó tu hermano.- Sentenció.
Salió de la habitación y madre y yo quedamos mirándonos. Su ojos cansados y las ojeras debajo del párpado evidenciaban un cansancio terrible. Sin decir nada me tomó de la mano, se puso junto a mí y acurrucó la cabeza sobre mi hombro. Sollozó.
Yo no supe qué decir, ni cómo actuar, así que me quedé callado sin articular palabra. Fueron apenas dos o tres minutos pero parecieron horas, sólo éramos ella, yo y ese sentimiento de pérdida. Me miró fijamente como si esperase algo en ese preciso momento; luego apartó la mirada para limpiarse los ojos.
Padre regresó sin noticias de mi hermano. No supo que decir así que salió de nuevo. Madre por fin me dirigió la palabra.
-Todo fue muy tranquilo-
La retina de sus ojos café oscuros estaba enrojecida, la voz se le quebraba a partes gigantes, tanto que apenas pude entender lo que decía.
Miré a madre y luego hacia el frente, mi mirada se perdió, no supe hacia donde miraba. Mi cuerpo intentaba asimilar ese sentimiento. La vista se me nubló y duró así por unos segundos, quizás minutos. Madre me tomó de la mano nuevamente, yo no pude sentirla hasta la apretó con fuerza, salí de mi trance y miré hacia la caja de madera con un barniz nogal. Me volví hacia madre y le abracé con todas mis fuerzas, fue entonces cuando una lágrima resbaló por mis pómulos. En ese instante se desató la tormenta...
Madre me abrazó fuerte, Yo hundí el rostro entre su cuello y su hombro y lloré; fue sincero, sin remordimientos... No duró más de diez minutos, madre me miró a los ojos ya eran las 6:35.
Madre me secó las lágrimas y dijo.
-Ya es tarde debes irte...
Esa fue la última vez que vi a mi Lupita...
Afuera llovía, o eso creo recordar, un clima apropiado para una situación cliché. Mi padre y yo íbamos en el auto. Mi hermano nos alcanzó en el lugar. Mi madre fue la primera en enterarse y la que lo presenció todo.
5 am, aquella avenida concurrida empezaba a transitarse, los primeros trabajadores de la mañana hicieron su aparición, mientras la luz se ponía sobre la oscuridad de la noche, padre y yo llegamos. Pasamos por un pasillo no muy grande y entramos en el vestíbulo. Ahí madre nos esperaba.
Padre fue muy áspero, su cara lo delató todo.
-Iré a ver si ya llegó tu hermano.- Sentenció.
Salió de la habitación y madre y yo quedamos mirándonos. Su ojos cansados y las ojeras debajo del párpado evidenciaban un cansancio terrible. Sin decir nada me tomó de la mano, se puso junto a mí y acurrucó la cabeza sobre mi hombro. Sollozó.
Yo no supe qué decir, ni cómo actuar, así que me quedé callado sin articular palabra. Fueron apenas dos o tres minutos pero parecieron horas, sólo éramos ella, yo y ese sentimiento de pérdida. Me miró fijamente como si esperase algo en ese preciso momento; luego apartó la mirada para limpiarse los ojos.
Padre regresó sin noticias de mi hermano. No supo que decir así que salió de nuevo. Madre por fin me dirigió la palabra.
-Todo fue muy tranquilo-
La retina de sus ojos café oscuros estaba enrojecida, la voz se le quebraba a partes gigantes, tanto que apenas pude entender lo que decía.
Miré a madre y luego hacia el frente, mi mirada se perdió, no supe hacia donde miraba. Mi cuerpo intentaba asimilar ese sentimiento. La vista se me nubló y duró así por unos segundos, quizás minutos. Madre me tomó de la mano nuevamente, yo no pude sentirla hasta la apretó con fuerza, salí de mi trance y miré hacia la caja de madera con un barniz nogal. Me volví hacia madre y le abracé con todas mis fuerzas, fue entonces cuando una lágrima resbaló por mis pómulos. En ese instante se desató la tormenta...
Madre me abrazó fuerte, Yo hundí el rostro entre su cuello y su hombro y lloré; fue sincero, sin remordimientos... No duró más de diez minutos, madre me miró a los ojos ya eran las 6:35.
Madre me secó las lágrimas y dijo.
-Ya es tarde debes irte...
Esa fue la última vez que vi a mi Lupita...
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