Aquellos días locos de la juventud que uno suele disfrutar a lado de una buena compañía; al parecer esos días han quedado atrás para mi. Vuelvo los recuerdos hacia los años pasados; parecen tan lejanos mis días de secundaria. Ciertamente no han pasado ni 10 años, pero todo parece tan extraño... Tan fuera de mi mismo, tan poco yo.
Es normal cuando ves la vida en retrospectiva, aprendes de los errores o confirmas tus desgracias, es esa parte inevitable del ser humano; eso que la gente llama madurar. Todos llevamos una parte con nosotros que nunca cambiará y por la que seremos reconocidos a lo largo de nuestra vida. Esa que nos hace reconocibles inclusive después de no haber visto a alguien en muchos años. Esa esencia de la que sólo algunos están conscientes y que otros se empeñan en negar para encajar en círculos que ellos mismos odian. Es curioso cómo se viven los 14 de febrero después de que has madurado...
La gente se amontona en las plazas, al parecer hay más globos que personas y más regalos que en otros días. Desde que tengo uso de razón suceden las mismas cosas: En las escuelas se hacen convivios, los cines están abarrotados.Todo el mundo anda con regalos en la mano, los más jóvenes no pueden evitar cargar un peluche que excede el tamaño de lo normalmente regalado. Un par de rosas por aquí, unas sintéticas por allá... Nadie se escapa de tan peculiar celebración... Las parejas en la plaza no se hacen esperar, los restaurantes están llenos de comida para dos o para cuatro si se trata de una cita doble. Todo es tan extraño. La gente se transforma y saca de sí, su amor (a veces transformado en dinero), pero quién soy yo para juzgarlos. Después de tanto alboroto caigo en cuenta de que no llevo en la memoria algún 14 de febrero, puede ser que nunca viví uno memorable o que mis recuerdos lo ocultaron para no herir mis susceptibilidades; sepa Dios qué fue. Mientras escribo estas líneas me he acordado de un pasaje muy curioso de mi vida... Era un 14 de febrero:
Chico de secundaria, 14 años, playera de deportes y pantalón caqui. Deambula por los pasillos amplios de su gran escuela, afuera un ventero de rosas artificiales se posa como un soldado esperando iniciar algún tipo de operativo especial. Poco a poco la gente empieza a amotinarse contra las prefectas a la voz de "sólo vamos por unas rosas". Finalmente y tras algunas discusiones las prefectas supervisan la compra/venta de rosas. El chico mira de lejos mientras se pregunta por qué tanto alboroto. Un amigo suyo le dice "deberías dársela a Fernanda"... Después de unos segundos el joven reacciona "Eh... ¿Me hablas a mi?" Antes de que pueda reaccionar un grito se escucha "¡Feeeer! Te habla Didier". Queda paralizado, intentando comprender las palabras enunciadas por aquel amigo. En el pecho sostiene una rosa con ambas manos.La cercanía de aquella chica le paraliza, ojos café claros, piel clara y cabello castaño. Lo que él en esa fase de su corta vida llamó como la perfección. El viento sopla un poco fuerte y él sonido del "Gracias" que sale de la boca de la linda chica se desvanece en un santiamén. Piensa que no olvidará aquellos momentos, menos aún después de que le agradezcan con un abrazo. Lo cierto es que lo recuerda un año más y luego se pierde en la inconsciencia de su ser, esperando salir a flote cuando lo crea necesario.
Está seguro que en alguna otra ocasión estuvo un 14 de febrero por fin emparejado, es una pena que en estos días no recuerde con exactitud que sucedió en esas fechas reveladoras para su vida, de donde aprendería para un futuro. La gente pensará que es doloroso hacer referencia a ese tipo de cosas, lo verdaderamente cierto es que por algún motivo no las recuerda... Parece extraño, pero al final de cuentas hay muchas cosas que ha olvidado, no tiene por qué sentirse mal. O eso es lo que piensa.
Hoy en día muchas cosas han cambiado, hace 4 años que no tiene pareja, qué si se ha preocupado en buscarla, a veces... Otras sólo extraña la sensación de no tenerla. Así está bien, se dice a sí mismo. Sólo cuenta cuidar de esas personas que están alrededor suyo, al final es el día de la amistad también ¿no? a 9 días de aquel encuentro esperado todavía le motiva y tiene la fe puesta en que alguien le sorprenda, si es cursi o no es lo de menos. Sobre todo cuando te das cuenta que la vida se escapa como el aire, y que estamos tan apresurados respirando a bocanadas que no nos damos cuenta que es efímera... Algún día alguien le sorprenderá y entonces estará contento.
Valdrá la pena entonces recordar todos los versos que alguna vez dedicó a una chica, valdrá la pena recordar aquella historia en el barrio de Harujuku en Tokio, y sobre la chica de la combi, o mejor dicho sobre la chica despistada; de cabello negro y ojos cafés que le mortifica tanto... Valdrá la pena recordar todas esas veces que se dirigió a un camarada o que los sorprendio por el simple hecho de querer hacerlo. De las cervezas invitadas, de los momentos espontáneos, de los planes no planeados y de las salidas por promesas que nadie recuerda haber hecho pero que se cumplen por igual. Todas esas simples cosas de las que uno disfruta en esta vida que se escapa a bocanadas de aire y suspiros de amor.
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