Cuenta la leyenda que un día soleado en el mes de febrero, dos entes disfrutaron de un día inolvidable. Los detalles de aquel encuentro son pocos y nadie puede decir con certeza que fue lo que sucedió. El hecho es que estando ahí los dos fueron uno; mientras las nubes pasaban de manera lenta y el viento resoplaba en las caras.
Las sonrisas en los rostros de aquellos entes estaban dibujadas en el sentimiento más puro que pudiese existir, no cabían en unas mentes tan poco expuestas las percepciones de maldad, decepción, desigualdad o cualquier otra similar, era más bien una danza con la vida. Una manera de dejarse llevar por el momento y disfrutar hasta más no poder. Aunque en ese entonces poco podían conocer tan peculiares seres sobre el gozo.
Mientras el vaivén de las hojas y las risas de los otros seres alrededor de ellos se escuchaba, ellos se convertían en uno solo. Era como si en ese momento sólo existieran ellos dos y el universo, lo demás era mera decoración una manera de ser más agradable su estancia pero de ninguna forma indispensable para ambos.
Cuentan los testigos de aquel suceso que nunca pararon de mirarse el uno al otro, de fundirse en abrazos y en besos, hasta enternecer el corazón más duro del universo, más bien de su universo. Poco se preocupan por el status quo, lo que importaba era el aquí y el ahora.
El mundo se detuvo de manera abrupta y ambos pudieron sentirse tan cerca el uno del otro, de alguna u otra forma ellos habían creado un mundo nuevo,en tan poco espacio, pero que al fin y al cabo no importaba más. El momento pasó tan rápido, pero permaneció impregnado en la mente de todos aquellos que pudieron presenciarlo. Lo extraño del caso es que nadie recuerda con exactitud el nombre de uno de los protagonistas, de lo que si están seguros es que había una tal Alma involucrada.
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