“Era un día de invierno..” A partir de esa frase la anécdota que me contó nos pareció tan humana y tan increíble. Como era habitual, había llegado a su celda pasadas las 11 de la mañana. Siempre tenía el mismo ritual, despertaba a las 7 y salía a correr una o dos horas, me preparaba el desayuno al volver y después de tomarme una ducha emprendía el viaje de no menos de 40 minutos. Mi madre confiaba poco en mí, era normal. Desde niño me había acostumbrado a la poca confianza que depositaba en todo lo que hacía. Pero es de esperarse ¿Qué clase de persona deja el un trabajo cómo médico cirujano después de 15 años con el único objetivo de escribir un libro? Sea como fuere estaba ahí, sentado de frente a aquel que la gente llamaba El hombre de los nombres. Mi misión era recopilar esas historias; cuando lo ves de pies a cabeza lo primero que se viene a la cabeza es una pregunta ¿Por qué? Una que al parecer tenía poco o nula respuesta para él. Y cuando lo h...